Jóvenes se arriesgan a llevar droga tres veces al mes por 300 dólares. Fotos muestran una columna de jóvenes “cargachos” o “mochileros” trasladando droga desde la zona de “Oreja de Perro” hacia Acobamba, Apurimac.
La República accedió en exclusiva a una serie de fotografías que muestran a un grupo de “mochileros” transportando droga desde la selva ayacuchana hasta un anexo en el poblado de Acobamba, en la región del Apurímac.
Desde fines de 1998, como consecuencia del cambio de estrategia de los traficantes de droga, los caminos de herradura se han convertido en la principal vía para retirar más del 50 por ciento de la droga producida en los valles de los ríos Apurímac y Ene (Vrae).
Desde entonces, decenas de jóvenes provenientes de las regiones altoandinas son persuadidos para cargar en sus espaldas kilos de pasta básica por senderos que conducen hacia poblados ubicados en Junín, Ayacucho o Apurímac.
La droga sale en una mochila
Son seres invisibles en muchos sentidos porque recorren los caminos solitarios en las noches para no ser detectados por las fuerzas de seguridad, y porque, pese a ser parte del problema social que representan, el Estado no hace nada por desmotivarlos a seguir ese camino.
“Los jóvenes captados puede llevar entre 12 a 15 kilos. Todos portan un arma”, explica un oficial antidrogas consultado.
Precisamente, las imágenes obtenidas por este diario muestran a mochileros transportando la droga desde la zona llamada “Oreja de Perro” (distrito de Chungui).
Ellos atraviesan las comunidades de Malvinas, Huayapunku, y luego llegan a la sierra del distrito de Chungui, provincia La Mar. La geografía por donde caminan suele ser inhóspita y hostil, pues los cerros son muy accidentados, con pendientes peligrosas.
Luego de un par de días de camino, ellos llegan al paraje de Sonqopa, donde toman sus alimentos y pasan la noche. Desde este punto, ellos pueden tomar hasta tres rutas distintas: por el paraje de San José de Socos hasta llegar al río Pampas. Por la zona de Pallqas, con destino a Ongoy o por el paraje de Totora cruzando el río Pampas con destino a Ongoy.
Todos tienen como destino final algún anexo de Ocobamba, en Apurímac. La información gráfica muestra su paso ascendente por las faldas de los cerros que rodean el distrito de Acobamba.
Por la noche, camionetas aguardan la llegada de los “mochileros” para acondicionar la droga y seguir su ruta hacia la costa o la frontera con Bolivia.
Justamente, el 1 de noviembre del 2007 la comisaría de Acobamba fue blanco de un ataque con explosivos en el que murió el oficial a cargo.
Extraoficialmente, se supo que el ataque se produjo luego de que la policía de la zona se apoderara de una parte del cargamento de droga reunido días antes con los aportes de droga traída por “mochileros” del Vrae.
El dinero invertido por familias de esa zona en ese cargamento provocó que narcotraficantes y senderistas de la facción de Víctor Palomino Quispe, (c) “José”, planearan dar un golpe a la policía en venganza por la droga incautada.
Más de 20 rutas usadas
Las medidas para detener el transporte de la droga se han revelado inútiles debido a la imposibilidad de controlar todas las rutas utilizadas por los mochileros.
Fuentes antidrogas de Huamanga admiten que hay más de 20 rutas en todo el Vrae que son usadas por los transportistas o “mochileros” para sacar la droga que se produce en esa cuenca cocalera.
“Nuestra presencia ha logrado reducir el paso de droga hacia la sierra.Sin embargo, los narcos crean rutas más largas para burlar el control policial”, afirma un policía antidrogas.
Según información policial, los jóvenes transportistas de la droga empiezan su recorrido desde los poblados ayacuchanos de San Antonio, Llochegua y Santa Rosa, donde se hallan los principales centros de acopio de la droga producida en el Vrae.
Desde los mismos, salen los “mochileros” tomando diversos senderos que tienen como destino final la periferia de Huanta o Huamanga o Chincheros, en la región de Apurímac.
Un joven huamanguino que fue en su pasado reciente un “mochilero” contó a La República que ellos suelen partir de noche protegidos por los “tíos” (senderistas), quienes ofrecen la protección para evitar que sean asaltados en los caminos.
“Como no hay trabajo aceptamos cargar entre 13 y 15 kilos de droga hasta cierto punto pactado previamente, ganando en cada viaje hasta 80 soles por kilo que se carga”.
“Por seguridad se parte a las 9 o 10 de la noche y tenemos que caminar por las faldas de los cerros, cruzando riachuelos y quebradas por espacio de 3 a 4 días”, dice.
“Al mes se pueden hacer hasta tres viajes, pero corremos el riesgo de ser asaltados. Por eso es que los “tíos” están siempre rondando por toda esa zona”, cuenta el “mochilero en retiro.
Cifras
17 mil familias en el Vrae se dedican a la producción de cultivos de coca.
2 jóvenes en cada familia ha aceptado ser mochilero en algún momento.
20 dólares ganan por cada kilo que llevan en su mochilas.
ANÁLISIS
La policía captura solo “mochileros”
Jaime Antezana
Analista en temas de narcotráfico y subversion
Desde 1998, el narcotráfico utiliza los caminos de herradura desde los valles cocaleros hacia la sierra y de ahí por trochas carrozables y carreteras hasta puertos marítimos, que son hoy la principal vía de envío de la cocaína a los mercados externos de consumo.
La ausencia de control estatal en las áreas rurales y fluviales favoreció este cambio. El uso de estas rutas generó la necesidad de contratar a jóvenes para sacar la droga de los valles cocaleros en mochilas.
Los “mochileros” entregan la carga de droga a los acopiadores intermediarios de las firmas. Hoy ellos dominan el trasteo de la droga en los valles del Vrae y Monzón.
El uso de los caminos de herradura por los mochileros para el transporte y entrega de la droga a los acopiadores intermediarios, así como la intensificación del volumen de las cargas están convirtiendo a estos caminos en “rutas de la muerte”.
“El 95% de droga que se produce en el Vrae sale por caminos de herradura. Es la principal vía por la cual sale la droga en mayor volumen porque no hay ningún control”.
Para controlar las rutas de los “mochileros”, se tiene primero que controlar el ingreso de insumos químicos, a fin de cortarles el flujo económico.
Es sorprendente que no haya capturas de patrones de firmas, solo se capturan a los mochileros y estos son reemplazados por otros. El penal de Yanamilla está hacinado de “burriers”, pero no hay un solo capo de la droga.
El perfil de un “mochilero”
Los transportistas de la droga o “mochileros” son captados en los valles interandinos, mayormente gente dedicada a la agricultura que tiene escasos recursos y que por hacer este arriesgado oficio pueden cobrar a los narcotraficantes hasta 80 soles por cada kilogramo de pasta básica lavada, que puedan soportar sobre sus espaldas.
Los “mochileros” son jóvenes campesinos que han sido reclutados para trasladar la droga por zonas no carrozables por donde solo se transita a pie, caballo o burro. Suelen ser lugareños de condición muy humilde. En otros casos, suelen ser jóvenes de ciudades andinas que aceptan llevar la carga por el dinero fácil que puede obtenerse.
“Lamentablemente entre los ‘mochileros’ hay muchos menores, una muestra de que la juventud del VRAE no tiene alternativas. Ametrallados por la televisión y por la radio, por el consumismo de la población peruana, buscan qué hacer y los narcos les ofrecen trabajar de mochilas”, dice el experto en drogas, Hugo Cabieses.
Para la policía, las rutas de la droga se multiplican tanto como los interesados en transportarla. “Un ‘mochilero’ tiene también una familia y problemas económicos urgentes que los narcos saben”, afirma un policía antidrogas.
Fuente / La República
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