“Somos la
última generación que sabe”, dice Víctor Atayupanqui Flores (56), del barrio de
San Jerónimo, en Cusco. “Nuestros hijos ahora hablan inglés en vez de quechua.
Yo hablo perfectamente quechua”. Los Atayupanqui son nobles del ayllu Aucaylli,
una de las panacas reales y por tanto descendientes de emperadores incas. Don
Víctor aún recuerda los años 60 cuando la familia vestía sus mejores ropas para
la fiesta de Corpus Christi, como lo había hecho su linaje desde tiempos
inmemoriales.
“Nuestros
abuelos insistían en que nunca teníamos que sentir vergüenza de nuestro
apellido. ‘Debes ser orgulloso’, decían, ‘somos descendientes de incas’”. Pero,
más de 500 años después de la conquista, ¿qué pasó con las panacas reales?
MEMORIA
PREHISPÁNICA
Hoy los
barrios de San Jerónimo y San Sebastián son los últimos vestigios de las
panacas reales y los Atayupanqui son la familia noble más numerosa en San
Jerónimo. Isabel Atayupanqui Pachacútec, una prima del padre de Víctor, recibió
el año pasado un reconocimiento oficial de las autoridades locales. Se trata de
uno de los pocos casos en que la memoria prehispánica sigue viva. Los
Atayupanqui todavía son dueños de chacras en las tierras ancestrales de sus
ayllus: Sucno-Aucaylli, Andamachay y Raurau. Tierras que datan del inicio de la
época colonial.
“Cada agosto
subimos el apu Pachatusan, la montaña más importante cerca de San Jerónimo,
para hacer un pago de tierra. Siempre hacemos esto”, dice Víctor Atayupanqui.
Pero su familia no es la única. Están los Tupacyupanqui, Ccorimanya y Sinchi
Roca.
Para muchos
otros, sin embargo, su única vinculación con el pasado es el sonido evocador de
su apellido.
Fuente: El Comercio
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